Una grata ocasión para resaltar los pasos de Martita, Par y líder en su comunidad
Pudiendo haber tenido una noche tranquila y de sueño reparador, porque todo estaba organizado y me había preparado bien para el gran día, el recuerdo de un detalle tonto, luego la duda de que si lo hice bien y el temor de no ser capaz de dar la talla, como tantas veces frenara mi camino en el pasado, hizo que mi sueño fuera sobresaltado. Serian como las 5:00 am en que me desperté tensa y nerviosa.
Me reproché por no haberme despertado más temprano. Como había acordado con el transportista para que me recogiera a las 6:00 am, me arregle rápidamente y a las 5:30 am yo estaba lista y esperándolo. Sin embargo, el señor llego 20 minutos más tarde. Aquellos, fueron interminables minutos, temía que se hubiera olvidado de venir o que algo le habría pasado en el camino, y yo no llegaría a tiempo al evento. Hasta que por fin sonó el timbre y sentí un enorme alivio por su llegada. Mi cabeza me decía que había suficiente tiempo para llegar a mi destino pero fue inevitable experimentar malestar y temor de llegar tarde. Ya en marcha y para agravar mi miedo, a las 6:25 am el conductor recibió una llamada telefónica de su jefe para recoger a un segundo pasajero en otra ciudad y conducirlo hasta Pasadena, antes de dejarme a mí en Los Ángeles. Entonces, fue agobiante lo que experimenté, me molestaba el estómago y los latidos de mi corazón eran muy intensos. A pesar de que el conductor insistía a su jefe para dejarme primero a mí, no le hacían caso. Que tensión!, puede usted imaginar lo que me pasaría si me dejaba tarde en el local del evento? Sin embargo, el conductor fue un ángel al insistir con su jefe para hacer lo correcto, dejarme a mi primero.
Por suerte, durante los primeros minutos y antes de recoger al otro pasajero, yo muy contenta y emocionada, le había hablado al conductor acerca de mi actividad de esa mañana, había conectado con él respecto al evento de salud mental, su significado y sobre el tema de mi presentación. Le agradó escuchar que el tema estaba dirigido hacia la esperanza y la recuperación. También, le había dicho, que yo tenía que estar allí antes de las 7:30 am, no solo para hacer el repaso final del tema junto con mi compañera, sino también para desayunar, ya que necesitaba comer algo. Yo estaba cansada y nerviosa, y necesitaba reponer la energía que me hacia falta. Creo que el conductor me comprendió y por eso estuvo muy solidario conmigo e insistiendo con su jefe para que me dejara primero a mí, dando argumentos lógicos como que el lugar donde estábamos en ese momento estaba más cerca de Los Ángeles que Pasadena. Reconozco que de tiempo estábamos bien, talvez podría haber llegado en el límite del tiempo, si primero íbamos a Pasadena, pero en mi se había disparado el miedo a llegar tarde.
Conforme los minutos transcurrían y la idea de que no llegaría a tiempo a mi destino y no sería capaz de cumplir mi reto, desencadenó mi sistema de alarma. Mi cuerpo temblaba, sudaba, sentía calor y me faltaba el aire. Las lágrimas en señal de sufrimiento empezaron a correr por mi rostro deteriorando el maquillaje que me había hecho. También sentía que mis ojos estaban enrojecidos e hinchados, que tenía mucha hambre, mi estómago empezaba a doler y esa sensación de vacío e incomodidad agravaba mi situación. Creo que estaba experimentando mucha ansiedad y seguramente que mis niveles de hipoglicemia eran alarmantes y estarían al límite. Me costaba pensar con claridad y sentía que mi valía, estima y orgullo, otra vez estaban por los suelos.
De pronto, me vi rezando en silencio y pidiendo alguna intervención divina, buscando amparo como una desprotegida y pidiendo a Dios llegar a tiempo. Estoy segura que el conductor se dio cuenta de mi devastación y angustia absoluta, y decidió insistir una vez más con sus jefes para reencaminar la ruta y dejarme primero a mí. Cual sorpresa, finalmente dirigió su coche hacia Los Ángeles. Gracias sean dadas a Dios..! Sin embargo, no entiendo el porqué de las reglas rígidas y a veces sin sentido, porque no se puede reclamar o porque unos pasajeros tienen que tener más privilegios que otro?
Para bien mío, fue cambiando mi semblante, recuperé la tranquilidad y pude arreglar mi maquillaje. Me puse contenta que el conductor reencaminara la ruta y me llevara a mi destino. Me sentí bendecida que la oficina de transportes finalmente escuchara al conductor y Yo solo entiendo que lo mío fue prodigioso, porque dicen que usualmente ellos nunca hacen caso. Cuando el conductor me dejo en la puerta de California Endowment en Los Ángeles, le di un gran abrazo por ser mi “Ángel” y por haber abogado para mí. Él había hecho lo correcto dejándome primero a mí y no se merece reprimenda alguna por lo que hizo, aunque me entra dudas y me reprocho de que tal vez por mi culpa lo sancionen. El solo actuó con sentido común, lógica y humanidad.
Luego de la odisea, llegue al lugar y aún era temprano, me reuní con familiares míos que habían ido para verme y con mis compañeras del centro. Pude saludar a mis amigos, dar un vistazo al auditorio donde tendría que intervenir y tuve tiempo para tomar el desayuno que me esperaba. Gracias sean dadas a Dios porque llegue con tiempo y fui capaz de hacer la presentación. Fue una experiencia que me enseñó. “Vivir y aprender”.
Finalmente, de las peripecias de esa mañana aprendí que debo seguir trabajando mis emociones y mis expectativas sin prisas. Luego de haber estado por mucho tiempo atrapada en un mundo de dudas, temores, aislamiento y obsesiones, no obstante ser yo una persona con estudios, educada y con múltiples habilidades, no es fácil hacer cambios. Sin embargo, la presentación hecha ante más de 300 personas y sobre un tema tan sensible que tiene que ver con mi doble condición física y mental y mi reto de salir adelante, fue para mí de enorme importancia y una señal de mi avance. Seguramente, que no memoricé la presentación como hubiera querido, no entoné con la voz como hubiera deseado y talvez me trabé con alguna palabra, pero lo fundamental es que lo hice y me siento feliz. Todo salió del corazón, como un grito de victoria ante varios retos que estoy haciendo frente. Mi reciente condición física, lejos de agravar mi antigua condición mental, propició en mí la fortaleza de luchar y caló en mí el mensaje de resiliencia de que “yo también puedo salir adelante”. Por ello, agradezco la oportunidad de compartir mis experiencias como una gratitud a mis seres queridos y un homenaje a todos aquellos que como yo están trabajando cada día en favor de su recuperación. Que Dios bendiga a todos!